El buen gusto no existe
Suyo,
Joel 💋
Editor en jefe de Sublime Obsesión
Bueno, bueno. Arranquemos de vuelta: buen día, ¡feliz domingo de Sublime Obsesión! Hoy vamos a descontracturar un poco con otro tema polémico pero que es polémico divertido -ya veo que termino cancelado-. Seguramente nos vayamos a las manos pero tengo muchas cosas para decir sobre esto, especialmente: el buen gusto no existe.
Hoy vamos a hablar sobre el buen gusto, el mal gusto, por qué ninguno de los dos existe y por qué solamente podemos -tenemos que- hablar de gustos y ya.
Este tema es un primo hermano del Sublime Obsesión sobre el maximalismo “Más es más: el maximalismo” porque en un gran porcentaje el minimalismo y el buen gusto están conectados y, la verdad, les soy honesto, son el eje del mal. Perdón, perdón. No es que sean malos per se pero si me parece que son los padres de muchas ideas erróneas que venimos arrastrando hace cientos de años.
Como dijo María en La Novicia Rebelde, empecemos por el principio que es un buen lugar para empezar. ¿Por qué digo que el buen gusto no existe? Porque existe solamente el gusto. El gusto es una sensibilidad particular a cada uno. Podemos congeniar con el gusto de otra persona, claro, pero eso solamente responde a la sintonía de los gustos personales. Dios, cuántas veces voy a decir “gusto” hoy, prepárense porque van a ser muchas.
Yo entiendo que hay algo cómodo y reconfortante en el concepto de “buen gusto”. Cómodo en el sentido de que a veces da las respuestas de manual que necesitamos cuando no podemos resolver cuestiones estéticas. No sé cómo combinar cierto pantalón, las reglas del buen gusto me van a decir que puede ser una camisa de tal o cual color o corte. Cómo puedo aprovechar el espacio de este living, las reglas del buen gusto me van a decir que ponga ese sillón, una alfombra, un espejo en tal lugar. Muchas veces uno quiere no-pensar, la vida ya es demasiado complicada de por si y eso lo entiendo. Yo no estoy acá para complicarle la vida a nadie ni presionarles para que salgan de su zona de confort pero si quiero que repensemos el buen gusto en nuevos términos que tal vez ayuden a replantearse la forma en la que hacemos ciertas cosas que terminan afectando nuestro día a día.
Para intentar abarcar este tema estuve pensando algunas premisas para tratar de explicar qué es lo que creo que está mal con con el concepto de buen gusto y por qué se diferencia del mal gusto y, también, por qué creo que ambos deberían dejar de existir. Hablemos de gusto y nada más. Empecemos:
El buen gusto es opresor. Esto es lo principal y lo más importante de la discusión sobre gusto. Tal vez consciente o inconscientemente, todes tenemos nociones de lo que es el buen y mal gusto. Son cosas que vamos aprendiendo a lo largo de nuestra vida y que nos ayudan a tomar decisiones estéticas, sobre todo, de acuerdo al grado en el que respetamos esas nociones. Sin embargo, ¿son solamente estéticas las razones por las que el buen gusto es una guía en nuestras vidas? Hay algo muy importante que hay que entender con la gente en general, algo que nos pasó o nos pasa a todos en todos los ámbitos en los que habitamos. Nos pasó en la primaria, en el secundario, en el trabajo, en la vida en convivencia. Todos tuvimos en algún momento la necesidad de adaptarnos al gusto de los demás para encajar y no sobresalir. El miedo a sobresalir, la búsqueda de la normalidad, se protegen bajo el manto del buen gusto. Romper con esta doctrina es el mal gusto. ¿Se acuerdan cuando yo decía que el camp es contracultural? Bueno, que más antidoctrina que lo contracultural y qué es de más mal gusto que el camp. El verdadero problema con el buen gusto no es que uno lo use para si mismo sino que, como con todo, política, religión, lo que sea, quiera impónerselo a los demás, que la otra persona viva de acuerdo a sus nociones del buen gusto.
En 1917 Marcel Duchamp cambió la historia del arte -y casi diría que la cultura entera- cuando puso un mingitorio sobre una base y dijo que era arte. Esta, que es una de las obras más importantes de la historia del arte, todavía hace enojar a alt-rights de internet que dicen que eso no es arte, más de 100 años después lo cual engrandece todavía más el poder que tiene como obra. Lo que Marcel Duchamp hizo con esta obra fue poner en tela de juicio todo lo que creíamos sobre el arte y sobre las ideas. Tomó un objeto que él no fabricó y dijo que era arte porque él es un artista. Al mismo tiempo que replanteó todo lo que se sabía del arte, arremetió con las nociones de buen gusto obligando al público a contemplar un urinal como un objeto de arte. En palabras de Duchamp:
“El gusto es el enemigo del arte”
El buen gusto es pacato. Esto también es muy importante. Sigue siendo impresionante la forma en la que normalizamos presenciar violencia en nuestro día a día, a través de noticieros, series, películas, pero todavía nos escandalizamos con un par de tetas. En cierta medida esto también tiene que ver con el buen gusto. Una de las armas de la pacatería, del recato, es el buen gusto. Hablemos de La Niñera de vuelta, porque si, porque este es mi multimedio. Una de las formas en las que a Fran se la tacha de chabacana es porque toda su ropa es ajustada y las faldas muy cortas. La forma de oprimirla era tacharla de ser una persona con mal gusto porque en el mundo de los Sheffields ella venía como una outsider de Queens. En el 2004 Janet Jackson mostró una teta -¿sin querer o queriendo?- durante el show del mediotiempo del SuperBowl y casi le arruinó la carrera, pusieron su música y sus videos en una lista negra. Sin ir más lejos, Instagram tiene ese doble estándar rarísimo en el que una mujer puede mostrar toda la teta pero no los pezones y cualquier hombre puede mostrar sus pezones.
En 1725 se funda en Francia el Salon de Paris, en el que la Academia Francesa de Artes elegía las mejores piezas de arte, pinturas y esculturas, para integrar la muestra anual que era la principal atracción artística del mundo en ese momento y que, de quedar seleccionado, podía impulsar a la fama la carrera de cualquier artista involucrado. El criterio de selección del Salón de París siempre fue más que polémico -después vamos a hablar un poquito más de eso- pero, sobre todo, siempre siguió los lineamientos de, no solamente el valor artístico de la obra, sino también del buen gusto y buenas costumbres. En 1865, por algún motivo, decidieron incluir a la Olympia de Édouard Manet. Digo por algún motivo no porque no me guste, es una pintura fantástica, sino porque como verán en la imagen, tienen varios componentes que se contradicen con el buen gusto y buenas costumbres de la época. Y obviamente el público pacato de monóculo del Salón de París así lo vio y arrancó la polémica. Todo el mundo lo odió, dijo que era vulgar e inmoral. ¿Qué tiene de vulgar Olympia? Que es una mujer desnuda moderna, es decir que no representa a una Venus o a Eva, por ejemplo. Es vulgar que nos esté mirando de frente, sin ningún tipo de pudor, insinuándose al espectador sin tapujos. Es vulgar, sobre todo, que a todas luces Olympia es una prostituta y que muy probablemente esas flores que está recibiendo son de algún posible cliente o admirador.
Al año siguiente, en 1866, Gustave Courbet pinta El Origen del Mundo. Esta ya no se exhibe en el Salón de París, obviamente. Incluso, es tan polémica, tan de mal gusto, que pasaría más de 120 años sin ser exhibida. Esta pintura pasó a ser casi un mito urbano. Sin embargo ¿qué es lo que muestra? El cuadro se llama el origen del mundo porque se trata del cuerpo de una mujer visto desde un ángulo en el que en primer plano queda su vagina -de ahí su nombre-. Si, es una pintura muy gráfica y más todavía para la época pero creo que pone en discusión los límites de lo que se consideraba el buen gusto y la pacatería.
El buen gusto es retrógrado. Ay, si. El buen gusto siempe es un palo en la rueda de la evolución de absolutamente todo. Después de todo, como dije al principio, el buen gusto consite en un montón de reglas. Y los avances del mundo, particularmente en arte y diseño, se dan cuando estas reglas se rompen. Dijo Picasso -separemos obra (frase) de artista- casi coincidiendo con Duchamp, “el buen gusto es el mayor enemigo de la creatividad”
Volvamos al Salón de Paris, ¿les parece? Bah, no sino a una institución que nació gracias a -en contra de- el Salón de París. En 1864 se inaugura el Salon des Refusés, donde, como su nombre lo indica, se exhiben las obras que se rechazaron en el Salon de Paris. Una cantidad increíbles de obras maestras se exhiben allí, incluso esta exhibición cobra tal importancia con el correr de los años que dinamita el poder que el Salón de París tenía, dejándola como la institución retrógrada y aburrida que era. Por ejemplo, en el Salon de Refuses se cuelga otra obra de Manet, anterior a Olympia pero casi igual de polémica, el famoso Desayuno en la hierba con su mujer desnuda acompañada de dos hombres desnudos -ya se imaginarán por qué fue rechazada.- un par de años después también se exhibió una obra de Cezanne, hoy reconocido como el padre de la pintura moderna que por su técnica habían sido rechazadas en el Salón de París, siendo tachado de grotesco, palabra adorada por el buen gusto.
Y, sobre todo, el buen gusto es aburrido ¡Claro que si, por favor! Esto es a título personal. Pero ustedes ya se habrán dado cuenta de que habiendo tocado temas como el maximalismo o el camp en otros Sublime Obsesión, el buen gusto no es algo en lo que piense -como diría Don Draper “I don’t think of you at all”- y eso es porque no tengo ningún interés en las reglas impuestas por andá a saber quién. Por algún motivo cuando alguien dice buen gusto lo primero que pienso es en Jackie Kennedy, ¿no? Patrona del buen gusto, ícono del trajecito de tweed y el sombrerito ese. Ejemplo perfecto de la esposa devota. Y sin embargo era muy infeliz y el marido se culeaba a todo lo que se movía. Tal vez es un poco extremo lo que digo pero esa es la imagen que tengo del buen gusto: la rigidez, las apariencias. Cuando todos los años es la Met Gala y el tema es algo divertido como cuando fue el camp o el punk y la gran mayoría de los asistentes van con los mismos vestidos y trajes de siempre. Los hombres con sus esmoquins no importa la ocasión, las mujeres con sus vestidos elegantes cuando la consigna siempre es disfrazarse un poco, romper las reglas. Los mejores siempre son aquellos que lo dan todo, que abrazan el mal gusto.
Y qué belleza es el mal gusto. Ya a esta altura, estando en el catorceavo Sublime Obsesión, deberían saber que yo soy un fiel militante del camp, del mal gusto, de lo groncho, lo contracultural. Es lo que mueve al mundo hacia adelante, lo que cambia la cultura y define a la historia. Siempe lo exagerado, lo maximalista, lo alternativo va a ser lo más atrayente. ¿Se acuerdan cuando en el Sublime Obsesión sobre el camp habíamos hablado sobre el grupo Memphis y lo disruptivo que puede ser el diseño? Eso, para mi, es el epítome del camp, del mal gusto, porque contradijo todas las reglas sobre diseño e interiorismo que había hasta el momento como respuesta a un creciente dominio burgués del diseño porque esto también es otra cosita del buen gusto: es treméndamente burgués.
Pero ojo, estoy hablando de mi gusto y eso es lo más importante: el gusto es individual.
Ahora bien:
Es de mi agrado decir que las nociones de buen y mal gusto están muriendo. Fue un proceso largo, nos llevó como cien años, yo creo que empezó justamente, como decía más arriba, con el mingitorio de Marcel Duchamp. El buen gusto está muriendo porque estamos en la era del estilo personal. El estilo personal no se ajusta al control del buen/mal gusto porque directamente no tiene comparación. El buen gusto de una cosa se puede considerar de acuerdo a la forma a la que este algo se adapta a las reglas y en comparación a otras cosas consideradas de buen gusto. El estilo personal rompe las reglas del buen gusto y existe por sí mismo, creando sus propias reglas.
¿Qué cosas nos llevaron a la muerte del buen gusto? Yo creo que fue una mezcla de muchos elementos -todo esto son conjeturas a título personal, seguramente alguien escribió un paper sobre el tema pero qué pachorra investigar-: por un lado el feminismo se encargó de derribar una de las armas principales del buen gusto: la vergüenza sobre el propio cuerpo. Una vez que se puso en tela de juicio el dedito acusador sobre si una chica que pesa tantos kilos puede o no puede usar tal o cual prenda o qué es apropiado usar para una mujer de acuerdo a lo que quiera comunicar, tambén se ponen en tela de juicio las reglas del buen gusto, que quedan sin efecto. El año pasado hubo toda una moda que se llamó bimbocore, en la que un montón de chicas tomaron cuestiones estéticas del principio de los 2000s y lo convirtieron en una suerte de manifesto feminista muy interesante. Lo que lograron fue tomar un estilo que en su momento fue vilipendiado por ser un cliché de la mujer hiperfemenina y tonta y resignificarlo para representar a una mujer moderna que no es menos inteligente por vestirse de rosa, mostrar las tetas o ponerse mucho gloss.
Por otro lado tenemos el tema de internet y la globalización. El acceso al bombardeo que es internet, a través de tumblr, Instagram, tiktok, Pinterest, etc. hizo que la información se masificara y se vuelva accesible. Hace cincuenta años una persona para saber sobre estilo y diseño tenía que comprar revistas, algunas importadas, y obtenía una visión sesgada del mundo a través del recorte que la prensa hizo -hace- del mundo, de esa manera era mucho más facil poder controlar qué es lo que hacían las personas. No voy a entrar en mucho detalle sobre el tema de controlar la información/controlar a las personas pero estoy seguro de que saben de lo que hablo. Bueno, internet significó la masificación de toda esta información, ahora tenemos acceso a millones de imágenes de todo los lugares del mundo, todo el tiempo. Gente de distintos lugares mostrándonos cómo se visten, desde las Harajuku de Japón hasta las cholas de México, además de conectarnos con individuos cuyo estilo personal resuena con nosotros y que nos permite ir recaudando información que luego procesaremos. Todo eso va moldeando nuestro gusto y vamos creando nuevas conexiones que nos permite ver de una nueva forma la representación que hacemos de nosotros mismos -porque después de todo el estilo personal es la forma en la que nos presentamos ante el mundo-. También creo que el fast-fashion y la producción en masa de mubles sobresaturaron no sólo el mercado sino el gusto de la gente lo que se transformó en lo opuesto: la búsqueda de la originalidad se volvió mucho más importante que tener la última pieza de moda. El tema de las modas también está cambiando. Hoy en día podemos encontrar miles de “modas” que están sucediendo al mismo tiempo, más arriba hablé del bimbocore y hay miles de -core que van y vienen. Incluso hay tantos, tantos que al final no hay ninguno. Es decir, si hay miles de micromodas, en realidad lo que hay es estilo personal.
Entonces, en definitiva, ¿qué es el gusto? El gusto es una sensibilidad que varía con cada persona y con cada momento de la vida de esa persona. Y no hay nada más personal que la sensibilidad. Soy un fiel creyente en que el gusto cambia, el gusto se moldea. Lo que hoy te gusta, mañana te puede no gustar o gustar menos o gustar más. Y tal vez aprendés a convivir también con lo que no te gusta. No existe el buen gusto y el mal gusto, solo existe el gusto. Estoy muy en contra de la gente muy categórica que dice “esto es música, no lo que escuchan ahora…”, “ya no hacen películas como las de antes” o “esta persona si tiene buen gusto” porque más que nada están pregonando su propia ignorancia y aprensión a moverse de su zona de confort. Lo más lindo que hay en la vida es estar constantemente descubriendo cosas nuevas y estas cosas pueden ser de buen gusto o mal gusto de acuerdo al criterio personal de cada uno pero no deja de ser increíble aprender sobre ello. Lo importante es encontrar lo que a cada uno le gusta, le mueva el amperímetro sin resquemores de que eso sea considerado buen gusto o mal gusto, y, sobre todo, no intentar imponer lo que uno considera como buen gusto sobre el gusto de los demás. Lo más importante es encontrar lo que nos hace feliz, con todo lo que eso cuesta.
Ahora si:
El buen gusto no existe
Suyo,
Joel 💋
Editor en jefe de Sublime Obsesión