Ivan: “Pepa, cariño, no quiero oirte nunca decir: ‘Soy infeliz’”
Mujeres al borde de un ataque de nervios
No todo es color de rosas, ustedes ya saben cómo es la vida. Si en el último Sublime Obsesión “In the mood for love: el romance” hablamos del amor y lo romántico, qué mejor oportunidad que hermanar este a ese y hablar de lo opuesto: hoy nos vamos a dedicar al desamor, los corazones rotos, a las separaciones.
Es importante hablar del desamor porque es uno de los grandes catalizadores de la creatividad. El fin del amor es un proceso, a veces te agarra de sorpresa, a veces es largo, pero requiere de mucho esfuerzo mental. Todo este esfuerzo muchas veces lleva al accionar de los engranajes de la creatividad y esta creatividad es la que ayuda a procesar los sentimientos. Porque, creo, lo más importante, bah, no lo más importante sino lo que nos compete en Sublime Obsesión, es que el arte es catártico, la catarsis de la que habíamos hablado una vez cuando hablamos de melodrama y es que el melodrama y el desamor están íntimamente relacionados.
¿Qué era la catarsis? Traigo a colación de nuevo esa definición concisa y hermosa: “la catarsis es la purificación de las pasiones del ánimo mediante las emociones” Y es así, usar el arte como herramienta para purificar las pasiones del ánimo a través de volcar en una obra las emociones, de alguna manera sacarlas de la cabeza para trasladarlas a una obra. Este traslado puede ser el comienzo del proceso de recuperación, del ordenamiento de los sentimientos o, al revés, muchas veces un artista empieza a trabajar cuando ya procesó, hizo el duelo y de ahí saca las conclusiones que después derivan en una obra. Sea cual fuere el orden en el que uno se recupera del fin del amor, es una buena fuente de inspiración.
Cuando no somos nosotres los que producimos arte -aunque un poco todes lo hacemos- pero si somos los que sufrimos una ruptura, son las obras sobre el desamor las que nos ayudan a procesar los sentimientos, acompañándonos y, sobre todo, reflejándonos. Las obras sobre el desamor son importantes no solamente para aquel que las crea sino también para que aquellos que las consumimos podamos encontrar en los sentimientos del artista nuestros propios sentimientos. Muchas veces en momentos de tristeza nos volcamos a las canciones o películas tristes. ¿Por qué hacemos estas cosas? ¿Por flagelo, para estar todavía más tristes? Yo creo que es al revés, que una canción triste ayuda a purgar los sentimientos porque encontramos en las palabras o imágenes de un artista nuestros pensamientos, lo que estamos sintiendo y de cierta forma eso nos ayuda a ordenarlos.
Si uno piensa en qué rama del arte predomina el desamor como fuente de inspiración para mi la respuesta es clara: la música. Hay artistas que hicieron una carrera a base de corazones rotos -un saludo a las swifties que me leen- o por ejemplo Adele le dedicó un disco entero a su divorcio. Seguimos volviendo al melodrama porque ya les dije que están estrechamente relacionados. ¿Se acuerdan de esas canciones? Cellophane, una de las canciones más hermosas de la última década, que trata sobre la relación fallida entre fka twigs y Robert Pattinson. La música es la rama del arte que tiene más ejemplos, los más conocidos, grandes hitazos que se escribieron a partir del fin del amor. Una banda que tiene unos temazos gracias a la ruptura y el divorcio es ABBA, cuyos miembros arrancaron la banda casados y la terminaron, apenas diez años después -¿no es muy loco lo poco que duró ABBA en relación al impacto que tuvo?- ambas parejas divorciadas. “The Winner Takes It All” es un himno a la separación, al principio Björn dijo que no era una canción sobre su divorcio de Agnetha pero, dale, Björn, a quién le querés mentir. Incluso el último hit de la banda “One of Us” -de su último disco The Visitors, discazo, por favor escuchenlo- es sobre una separación, probablemente inspirado en el hecho de que ya ambos matrimonios estaban divorciados. Auch.
Pero hay un subgénero particular de música de corazones rotos que me encanta. Yo, en mi vida diaria, no soy de escuchar canciones tristes cuando estoy triste, en cualquier tipo de situación bajonera me gusta hacer lo opuesto. Mi escape es volcarme al pop para levantar el ánimo. Sin embargo, el pop para bailar, el pop para divertirse, no está exento de la temática del fin del amor. Este subgénero yo lo llamo cariñosamente “llorando en la maricoteca” y es uno de mis favoritos.
La reina indiscutida de llorando en la maricoteca es Robyn y el trono lo ocupa con el hitazo perpetuo, la segunda mejor canción de pop de la historia, Dancing On My Own -siendo la primera Dancing Queen de ABBA, momento full circle-. En esta canción Robyn nos cuenta que está viendo a su ex chico bailando con su nueva chica, básicamente, premisa simple. La base de electropop nos dice que está en el boliche y la letra nos dice que tiene el corazón roto. Pero lo importante es el sentimiento de Robyn, la forma en la que grita cada palabra del estribillo y que a vos, persona en situación de fiesta, te hace gritar también. Si nunca gritaste “I’m in the corneeeer, watching you kiss heeeer, ooooh ooh ooooh” no podemos ser amigos. Es la combinación perfecta, la melodía para bailar y la letra para purgar las emociones, hacer la catarsis. Agitarse y transpirar. Parafraseando a Takeshi Kaneshiro en Chungking Express (1994) de Wong Kar-wai (de quien hablamos en el Sublime Obsesión anterior), cuando transpirás el cuerpo pierde agua, entonces no tiene para lágrimas.
Otro especialista del género me acompaña desde adolescente, los otros días me acordaba que lo empecé a escuchar allá por el 2007/2008, a mis 15/16 años -no hagan la cuenta de cuántos años tengo, tengo 29 como La Niñera-. Estoy hablando de Guille Milkyway, la mente detrás de La Casa Azul. Ya vamos por el Sublime Obsesión número 17 -¿pueden creerlo?- y todavía no hablé de uno de mis grandes amores: el pop español. Y esta no es la ocasión, tampoco. Pero La Casa Azul es la puntita y también muy importante porque de la mano de Guille fue que entré por la puerta del género. La base de las canciones de La Casa Azul son una mezcla de capas de sonidos entre electropop, música disco, bubblegum, música de los 60s que hace que te quieras poner a bailar pero el desamor se esconde en las letras como pasa con Robyn. En “Como un Fan” nos cuenta la historia de alguien que se enamoró de alguien que solamente quiere un fan -a quién no le ha pasado-. En “El Sol No Brillará Nunca Más” el título es la frase que le dice a la persona que no está más. En “Chicos Malos” habla de como ella ya no lo quiere a él y solamente se fija en los chicos malos. En “El Final del Amor Eterno” bueno… se explica sola. No voy a ponerme a diseccionar cada canción porque podría estar acá durante horas y horas. Mi recomendación es que vayan y disfruten de una de mis bandas favoritas, La Casa Azul.
Como con la música, el desamor también es fuente inagotable de la ficción. Tiene que ver tanto con lo que hablamos la vez pasada sobre el romance como con lo que habíamos hablado sobre el melodrama. Tanto el amor como el desamor son emociones crudas, primitivas y muchas veces es a lo que se busca apelar con la ficción. La idea es vernos reflejados en un libro o en la pantalla para encontrar confort en el hecho de que ninguna de nuestras experiencias son nuevas ni existen en el vacío sino que ya fueron vividas, que alguien sintió lo que sentimos y que al verlas a fuera de nosotros mismos las podemos entender de otra manera. Obviamente, lo que sucede en la ficción muchas veces es una versión aumentada y exagerada de la realidad. No creo que, por ejemplo, mucha gente termine al borde de la muerte por enterarse que el chico que le gustaba se comprometió con otra mujer como le pasó a Marianne en Sense and Sensibility, tanto el libro como la película de Ang Lee escrita y protagonizada por Emma Thompson junto a la jovencísima, fresquisima y lozana Kate Winslet. Incluso, opinión polémica, para mi la convalecencia de Marianne es una especie de escarmiento impuesto por Jane Austen para castigar su romanticismo empedernido. El ¿final feliz? es que Marianne se termina casando con el Coronel, la opción segura. Bueno, me voy por las ramas. Perdón por los spoilers pero quiero creer que un lector de Sublime Obsesión al menos conoce la historia de Sense and Sensibility.
Uno de los ejemplos más clásicos del desamor en el cine es Le Mépris (1963) de Godard. De la Nouvelle Vague yo soy un chico Agnés Varda/Jacques Demy/Eric Rohmer con un poquito de Truffaut y Chabrol pero elijo Le Mépris no solamente porque es la historia de un amor que está en sus últimos momentos sino porque según Anna Karina, en ese momento todavía casada con Godard aunque en una relación tirante, muchos de los diálogos que se dicen ambos personajes son conversaciones que ella tuvo con él e incluso Godard decide ponerle a Brigitte Bardot esa peluca negra que a todas luces recuerda a Anna Karina. Me parece interesante esto porque refleja lo que decía más arriba: el arte como forma de depurar los sentimientos propios, volcando la experiencia en obra.
Hay una película de François Ozon que es muy cruel con el público. Es cruel por la forma de contar una historia de desamor: al revés. En 5x2 (2004) Ozon opta por contar la historia de una separación empezando por el divorcio y yendo para atrás. La crueldad de Ozon está en guardarse para el final la forma en la que esta pareja se enamora cuando el público ya sabe como termina la historia. De verdad es una de las formas más crueles de presentarnos una historia de desamor.
Igual siempre hay esperanzas, ¿no? digo, el mal momento se termina y comienza lo que sigue de la vida. A veces la lección del desamor es esa. Hay que seguir adelante con otra cosa. En Mujeres Al Borde De Un Ataque De Nervios (1988), Pepa recorre la ciudad buscando a Iván, desesperada porque él la dejó y ella lo sigue amando -y además está embarazada-. Sin embargo, la montaña rusa de situaciones desopilantes de las comedias almodovarianas hacen que ella pueda procesar el desamor de Iván y, al final, darse cuenta de que está mucho mejor sola.
Una de mis películas favoritas de “hay vida después del desamor” es… Legalmente Rubia (2001). En el sentido más literal, la verdad. A Elle Woods la deja el novio porque no es tipo de mujer que un senador podría presentar como su esposa así que ella decide entrar a Harvard para reconquistarlo. En el preceso, ella -por suerte- se da cuenta de que él es un pelotudo y además descubre algo mejor todavía: una vocación por el derecho. Como dice Cher en Believe “creés en la vida después del amor?”. La vida sigue, los sentimientos pasan, te levantás de la cama, descubrís nuevas motivaciones, conocés gente nueva, con suerte te ponés un trajecito sastre rosa y ganás un juicio. O algo así. Es una metáfora.
Las artes plásticas tampoco escapan de verse influenciadas por el desamor y los corazones rotos. De hecho, todo lo contrario. Usualmente las artes plásticas son el medio por el cual los sentimientos se pueden expresar de manera más cruda, más dolorosa, más impactante.
Hay miles de historias de desamor en el mundo del arte como los hay en cualquier lugar. Artistas como Frida Kahlo que por algún motivo inexplicable -¿por mártir, tal vez?- se convirtieron en heroínas modernas de una forma vacua, despojadas de su propia obra para pasar a ser una cara reproducida en almohadones y tapas de cuadernos. En realidad Frida Kalho fue una persona mucho más compleja que lo te quiere mostrar un cuadro en un bazar que dice “vive, rié, ama, Frida”. Comunista, bisexual, genderfluid. Y sobre todo, hoy en día existe una romantización de su relación con Diego Rivera que fue muy tortuosa y retorcida. De esta relación salieron obras como por ejemplo “El venado herido” de 1946 en la que se la ve a Frida en el cuerpo de un venado macho -por su cornamenta- siendo atravesada por varias flechas representando no solamente el dolor físico que la acompañó toda su vida sino también el dolor emocional por el estado de su relación con Diego Rivera.
Otra artista moderna que desarrolló su carrera en base a conectar con el público a través de los sentimientos puros, las obras autoreferenciales y la crudeza de su obra fue Tracey Emin, desde ese salto a la fama internacional con la tan polémica “My bed” en la que la artista armó una reproducción de su habitación luego de cuatro días de un pozo depresivo en el que solamente ingirió alcohol. Pero hay una etapa de su obra que me interesa en este Sublime Obsesión y es la de sus obras en neón que comenzaron en los 90s y que siguió produciendo hasta hace poco. Estas obras de texto -una forma de expresión que siempre me pareció muy interesante en las artes plásticas- que se construyen con tubos de neón. Hablando de la crudeza de una obra, hay algo crudo y muy personal en utilizar la propia caligrafía para una obra. Siempre me pareció que la letra del artista en una obra marca una urgencia en la comunicación, la necesidad de decir algo de la manera más explícita y, además, la letra de cada uno es de las cosas más personales que tenemos, no me voy a poner en perito caligráfico, pero tiene mucho para decir de cada uno.
Muchos de estos neones refieren a palabras relacionadas con el desamor. Como dije un poquito antes, Tracey Emin siempre se destacó por la sinceridad y pureza de sus sentimientos puestos en su obra. Desde expresiones como “Never Again!” (“¡Nunca más!”) o “It’s a crime to live with a person you don’t love” (“Es un crimen vivir con una persona a la que no amás”) o “You should have love ME!” (“Me deberías haber amado a mi”)



La conclusión a la que podemos llegar con todo esto es que el desamor es una paja total si te pasa pero es un alimento imprescindible para el arte, hasta me atrevería a decir que más imprescindible que el amor. En realidad, tanto sea el amor o el desamor, lo más importante para alimentar el arte son los sentimientos. Esto es una conversación que podemos tener otro día pero no hay arte sin sentimientos ni sinceridad. Así como en el Sublime Obsesión anterior habíamos hablado de la importancia de las mariposas en la panza cuando vemos una película romántica, hoy también hablamos de la importante de encontrarnos en los sentimientos ya expresados por otros artistas, sentimientos que nos acompañan en momentos tensos y bajoneros de nuestra vida.
El desamor es cruel pero productivo, esperemos que le sigan pasando a otras personas para que sigan produciendo canciones y libros y películas y arte porque lo importante de todas estas obras es que son un espejo en el que nosotros como público nos reflejamos. Nos reflejamos en los sentimientos de los demás para poder procesar los propios. El fin del amor es necesario. Larga vida al desamor.
Desamorosamente suyo,
Joel 💋
Editor en Jefe de Sublime Obsesión
Les cuento que para complementar este Sublime Obsesión hice una pequeña playlist que se llama… “Llorando en la maricoteca” y que tiene canciones de este micro género del que les hablé. Además, si llegaron hasta acá es porque les gustó así que les recuerdo que se viene mi cumpleaños -4 de marzo, si, pisciano- y se aceptan donaciones para que me compre algo lindo al alias: sublime.obsesion. Nos vemos.