Da la casualidad de que un nuevo Sublime Obsesión casi coincide con otra de las fechas inventadas para alimentar la máquina que mueve los engranajes del capitalismo: el día de los enamorados, entonces qué mejor oportunidad para ponernos a hablar del romance. Pero como yo no soy Roland Barthes escribiendo “Fragmentos de un discurso amoroso” ni me siento con la capacidad de hablar grandilocuencias sobre el amor -ni me interesa hacerlo- pensé que sería mucho más divertido hacerle al romance el tratamiento de Sublime Obsesión. Y el tratamiento de Sublime Obsesión del romance es cruzarlo con mi primer amor: el cine. Hoy vamos a hablar sobre el romance a través de algunas películas que amo.
“I love you… most ardently” - Mr. Darcy
¿El romance de película es igual al romance de la vida real? No, claro que no y es correcto que así sea. Esto creo que lo dije varias veces: las películas son escapismo, son pura fantasía, algunas son más realistas que otras, obvio, pero igual representan un mundo de ficción, con sus propias reglas y su recorte del universo propio. Tomando puntualmente a las películas románticas o aquellas que hablen sobre el amor, los sentimientos se encuentran magnificados, los amantes encontrándose bajo la lluvia, bajándose del tren, llenando una habitación de rosas rojas.
¿Qué es lo que hace a una película romántica buena, en mi opinión? No sé si alguna vez conté que mi película favorita, la película que más veces vi y que podría ver todos los días hasta el fin del tiempo es Orgullo y Prejuicio (2005) de Joe Wright adaptación de la novela de Jane Austen, un clásico del romance, y me parece que la película también es un clásico del romance porque cumple con la regla principal que tiene que cumplir cualquier producto cultural romántico, ya sea un libro, una canción o una película: te hace sentir cosas en la panza, las famosas mariposas de estar enamorado. Cuando Mr. Darcy le declara su amor a Elizabeth bajo la lluvia -lo que más me gusta de esa escena es que carece de sentido completamente ¿por qué están corriendo en lluvia? ¿hacia dónde están yendo? ¿de dónde vienen? Pero es perfecta- uno siente esa presión en la panza, mezcla de deseo y emoción, y cada vez que veo la veo, aunque sé como termina (con Elizabeth rechazandolo), siempre espero que se besen apasionadamente, cosa que no sucede. Y no me vengan con cosas de Succession, para mi Matthew Macfadyen es Mr. Darcy y no Tom.
Hay muchos factores que ayudan a producir esas mariposas en la panza. Está la historia, la forma en la que nos atrapa y nos hace preocuparnos por estos personajes y el desenlace el final, la dirección y edición, la forma en la que se trasmite esa relación que florece, a través del recorte de los planos y las secuencias, pero creo que el factor más importante para lograr este fin está en los actores y, algo vital en cualquier película: la química que estos actores compartan. La química es lo que nos atrapa, lo que nos agarra de la cabeza y no nos permite dejar de ver la pantalla, lo que nos hace creer que lo que está pasando es real, que nos metimos en el mundo de esta fantasía exagerada. Yo creo que la química de los protagonistas es la base de una buena película romántica, no existe sin ella. La química es lo que sostiene a, por ejemplo, la trilogía de Before -Before Sunrise (1995), Before Sunset (2004), Before Midnight (2013)- especialmente, y creo que estamos todes de acuerdo, a Before Sunset, que sabemos que es la mejor. Sin la química de Julie Delpy y Ethan Hawke no nos podríamos bancar esos choclazos de diálogo que se mandan mientras caminan por París. Es la química la que hace que el final sea uno de los momentos más románticos de la historia del cine. Es la que hace que cada vez que vea esos quince segundos finales (“Baby, you are gonna miss that plane” “I know”) se me llenen de lágrimas los ojos. No hay forma de que esto suceda si no estos personajes no me hubiesen atrapado como lo hacen.
Y la química es la base del mejor género de película que existe y no lo voy a discutir: la comedia romántica.
La comedia romántica está diseñada para hacernos felices ¿qué otra cosa mejor hay? Las aventuras y vericuetos de los protagonistas desde que comienza la película no siendo pareja hasta que se termina, camino al altar. Sabemos cómo van a terminar y es esa seguridad la que nos lleva a consumirlas.
La mejor comedia romántica, indiscutida, no lo voy a discutir, es When Harry Met Sally (1989) primero porque Meg Ryan es un ángel, con todas las letras, esa presencia en la pantalla es algo que no se puede actuar ni aprender, el famoso star power, segundo es la química con Billy Crystal, a ambos les creo absolutamente todo. Sally, la chica 10, obsesiva y un poco caprichosa, Harry, un pesimista medio teatrero. El tropo más básico y querido de las comedias románticas: enemies-to-lovers, cuando los protagonistas arrancan odiándose pero al final se aman (ver Orgullo y Prejuicio más arriba) pero con un twist: enemies-to-FRIENDS-to-lovers. Porque otra de las claves de por qué When Harry Met Sally es la mejor es la exploración que hace la enorme Nora Ephron sobre un tema tal vez cliché pero siempre presente: la amistad entre el hombre y la mujer. Nora nos presenta con estos dos que arrancan odiándose y luego se convierten en mejores amigos, un giro raro en las comedias románticas, que luego cogen y la cagan porque, muy de los 80s, no saben cómo pueden seguir después de eso. Pero este quiebre en la relación nos lleva al momento cúlmine de la película, el gran discurso final, la declaración de amor de Harry, un clásico. (“cuando te das cuenta de que querés pasar el resto de tu vida con alguien querés que el resto de tuvida empiece lo antes posible”). Es por todo esto que creo que es perfecta. Los diálogos son increíbles, no puedo dejar de recalcar a la enorme Nora, y hacia el final ya los querés tanto, tanto, que sentís las mariposas en la panza cuando terminan juntos en año nuevo.
La segunda mejor comedia romántica (acá ya hablo en chiste porque no las tengo ordenadas aunque…) la amamos porque lo que hace es ir en contra de un montón de tropos de las comedias románticas: La Boda de Mi Mejor Amigo (1997). Por un lado tenemos a nuestra protagonista, el ángel absoluto: Julia Roberts, que se dispone a destruir la boda de su mejor amigo, qué hombre, Dermot Mulroney, que se va a casar con otro ángel absoluto, Cameron Díaz porque se da cuenta de que ella sigue enamorada de él. Hasta ahí vamos bien. En situaciones normales de comedia romántica, el personaje de Cameron Díaz debería ser una bicha mala onda que se merece que le roben al futuro marido (como, por ejemplo, Parker Posey en Tienes Un Email) y sin embargo es una buena mina, hermosa, bondadosa, medio inocentona pero perdidamente enamorada de él. Acá es cuando las cosas empiezan a desviarse. De repente Julia Roberts en realidad es la villana de la película. Se supone que tenemos que hinchar por el encuentro de los protagonistas pero la decisión es que también queramos a Cameron Díaz. Cuando llega el final y -spoiler- Julia Roberts se queda sola, nos damos de la forma en la que la película jugó con los temas de las comedias románticas.
No hay romance sin deseo y a veces el deseo es el único motor de una historia. Creo que varias de las películas más románticas que vi tratan de un amor que no se consuma pero que hierve a fuego lento en el deseo. A veces el deseo mismo es más poderoso que el romance. Pequeña anécdota: la película que me ayudó a terminar de decidirme por estudiar cine cuando era un pequeño -después pasaron cosas, ahora soy diseñador industrial- fue In The Mood For Love (1999) de Wong Kar Wai. En esta película, dos vecinos comienzan una relación platónica al descubrir que sus respectivos esposos están teniendo un amorío pero esta relación, que al principio es de consuelo y acompañamiento, empieza a mutar de a poquito, empieza a convertirse en otra cosa, empieza a bullir el deseo. La película está compuesta por pequeños momentos de esta relación. Una de las cosas que me hizo enamorarme del cine fue el uso que Wong Kar Wai hace de la cámara lenta para representar esos pequeños momentos de deseo, de estar consciente del otro. Caminar uno al lado del otro, el cruce en un pasillo.
Una de mis películas favoritas en general y mi película romántica favorita es Brief Encounter (1945) de David Lean en la que solamente hay deseo, deseo, deseo. Imaginen qué polémica para época: un ama de casa bastante satisfecha con su vida -un esposo que la quiere, unos hijos salidos de un cuadro de Norman (Fucking) Rockwell, una vida acomodada- conoce por casualidad a un médico en una estación de tren. Desde el comienzo es claro que se sienten atraídos el uno por el otro. ¿Qué van a hacer con ese deseo? No hay mucho que puedan hacer -después de todo es una película de los años 40s- pero ese deseo es el motor de una de las películas más intensas sobre el romance que se hayan hecho. Intensa en un sentido emocional porque la película no recurre a grandes afectaciones y para esto Celia Johnson, la protagonista, es perfecta. Yo soy muy fan de las actrices que actúan sobre todo con sus ojos (Isabelle Huppert, Gena Rowlands, Charlotte Rampling, Emma Stone, Aubrey Plaza) y Celia Johnson da la masterclass sobre esto. La melancolía, el deseo, el amor que atraviesan esa mirada a lo largo de la película me pone la piel de gallina cada vez.
A veces los mejores romances de películas no son sobre el chico conoce a la chica sino que son sobre parejas y el amor que se tienen, bastante simple. Una de mis favoritas en esta categoría es Another Year (2010) de Mike Leigh. Es una película sobre buena gente. No hay mucho más para decir además de que es hermosa. Una pareja (Jim Broadbent y Ruth Sheen), casada hace ya muchos años pero que todavía son felices -contrario a ese tropo tan cliché de las películas y series de que si una pareja está casada hace veinte años entonces se odian- lidían con el resto de su familia y amigos, especialmente con la gran, gran y poco valorada Lesley Manville, en uno de sus mejores papeles. Si bien estoy hablando de algo bastante corriente es un tema escaso en el cine, la exploración del amor de una pareja más longeva. Amamos a Mike Leigh, un día vamos a hablar de eso.
Una de las mejores parejas de la historia del cine incluso tuvo una franquicia de tan buena que es: William Powell y Myrna Loy en las películas de The Thin Man (1934 - 1947). Estas películas son geniales porque ambos son genios de las comedias, incluso muy adelantados en el tiempo porque son los que hoy conoceríamos como dead-pan comedians (esos comediantes monótonos, que hacen chistes sin mover la cara) y lo cierto es que el argumento de estas películas no importan, la química de ambos es tan buena, tan intensa, que los vería leyendo la guía de teléfonos. Además, como decíamos antes, son una anomalía en la historia del cine: una pareja casada que no está todo el tiempo refunfuñando el uno con el otro sino que genuinamente se quieren y la pasan bien. El amor verdadero.
Un clásico moderno sobre una pareja: Amour (2012) de Michael Haneke. Bueno, advierto para les que no la vieron: esta si es bajonera. Muy bajonera pero hermosa. Haneke, conocido por sus películas tan frías (La Pianiste, mi favorita, Caché, The White Ribbon, etc.) de repente se despachó con una de las películas de amor más hermosas que de los últimos años pero no sin tener ese componente de tortura psicológica de las películas de Haneke, en este caso en forma de ver como esta pareja -dos gigantes veteranos del cine francés Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva- tiene que lidiar con el deterioro de la vejez luego de que ella sufra un acv. Si bien hablo -un poco en chiste, un poco en serio- de la tortura psicológica de Haneke, la diferencia con las demás es que está cruzada completamente por el amor y la ternura. Es una demostración de amor puro poca veces vista en el cine.
Voy a volver un poco a las comedias románticas pero para cambiar el tema. Uno de los chistes recurrentes de Sleepless In Seattle (1993) -la tercera comedia romántica en mi ranking (perdón)- es que las mujeres ven/hablan sobre An Affair To Remember (1957) -película hermosa con los deliciosos Cary Grant y Deborah Kerr ¡y el vestuario de Deborah!, remake de otra película deliciosa, Love Affair (1939), con Irene Dunne y Charles Boyer, obvio que amo ambas, perdón, me voy por las ramas- y se largan a llorar sobre el famoso final mezcla de orgullos y desencuentros, siempre cerrando la lloradita con un “los hombres no la entienden”. En esa frase hay algo de cierto y algo de cliché. Lo que tiene de cierto está conectado con lo que hablamos en aquel segundo Sublime Obsesión -pasó tanto tiempo- “Si querés llorar, llorá: el melodrama” y tiene que ver con lo que habíamos dicho de que el melodrama, como las películas románticas -que muchas son melodramas también-, está dirigido a las mujeres, es algo de mujeres. El tema que me parece interesante charlar es el hecho de que, está bien, las películas románticas puede ser que estén dirigidas a las mujeres -y a los viejos trolos como yo- pero la verdadera pregunta que me parece interesante es lo otro ¿qué es lo que lleva a un hombre a querer distanciarse de la película romántica? Y esto creo que es un tema de educación y crianza.
Resonar con una película romántica tiene mucho que ver con la sensibilidad del espectador. Poder conectar con la historia de los personajes, sus encuentros y desencuentros, requiere de una empatía con la historia amorosa que está conectada con la forma cruda de las emociones. Todes nacemos con esa sensibilidad pero es a los varones a quienes se los cría y educa para suprimirla. El hecho de que las películas que requieren de sensibilidad para ser vistas estén dirigidas principalmente a mujeres no es una consecuencia sino un síntoma de otro problema. Las películas, además de entretenimiento, son herramientas de educación. Es una especie de círculo vicioso, privar a alguien de acercarse a una película romántica porque no son masculinas hace que tampoco esté en contacto con una parte más cruda de sus sentimientos, lo cual a su vez hace que también se aleje cada vez de este tipo de productos. A lo que voy es que no anden suprimiendo la sensiblidad de los hijos para que puedan disfrutar de una buena comedia romántica como dios manda.
Hasta acá llegamos hoy, una pequeña oda al romance de película al estilo de Sublime Obsesión más que nada para entender cómo funcionan con respecto a nuestros sentimientos y lo importante que es, para mi, abocarnos a los consumos culturales que nos hagan sentir cosas. Ver una buena comedia romántica para ponernos contentos, una película sobre el deseo para sentir cosas en la panza, explorar distintas formas de amor. Acá les dejo una lista de 50 películas sobre el amor.
Ah, si, feliz día de los enamorados (si están enamorados de mi, sino no me importa)
Amantemente suyo
Joel💋
Editor en Jefe de Sublime Obsesión
Me encantó, Joel! Cuando no me animaba a decir que el rosa era mi color preferido, decía que era el rojo, que es el segundo. Amo la combinación de rojo con rosa, por cierto.
Lo que decís sobre la obra de Rothko: tal cual. Te comunica tantas cosas solo haciendo presente toda esa cantidad de rojo.