Este tema lo tenía elegido hace un par de semanas ya, sobre todo para que coincidiera con la décima entrega de Sublime Obsesión, una especie de festejo. Entre ese momento que lo decidí y hoy pasaron muchas cosas. Como dijo Magüi en Paquita Salas “está siendo una época rara”. Yo siempre traté de no hablar de política en Sublime Obsesión -no de manera directa, al menos. Política siempre hay, todo es política- pero no puedo hablar de Argentina sin reconocer que tenemos a la extrema derecha pisándonos los talones. No es mi idea convencer a nadie de nada pero traigo a esto a colación porque hizo tambalear la idea de escribir sobre Argentina, considerar elegir alguno de los otros temas que tenía pensado a futuro.
Estas primeras frases del Sublime Obsesión las estoy escribiendo hoy, domingo 13 de agosto a la noche, 21:48hs para ser exactos. Todavía no hay números oficiales y necesito hacer algo para matar el tiempo. El torbellino de todas las cosas que se están hablando, de todos los números que se barajan me hacen pensar. No voy a mentir, lo primero que pensé fue “dios, qué país de mierda” y después pensé en este Sublime Obsesión. ¿Qué ánimos tengo para escribir sobre Argentina cuando veo en el horizonte que están viniendo la violencia y la intolerancia a usurparnos derechos?
Y sin embargo acá estamos, lo dice el título ¿saben por qué? porque cuando sentís qué toda tu existencia y futuro están en peligro es cuando más tenés que amar a tu país y cuando más necesitas salir a defenderlo porque
Argentina es el mejor país del mundo
y lo fue y lo va a seguir siendo. Esto es una carta de amor.
Este es el gran momento de reclamar lo que es nuestro, no de huir ni de rendirse. No nos van a poder arrebatar el amor que sentimos por este país porque eso es lo que quieren. El desánimo es un arma muy poderosa. No nos va a ganar el odio.
Habiendo dicho todo esto nos topamos con un problema ¿cómo encarar un pequeño recorte que entre en un newsletter sobre el mejor país del mundo? En principio viene con una aclaración: esto es la primera parte, nada más. Habrá otras volúmenes con diferentes personas y artistas y diseñadores. Por ejemplo, hoy van a notar que no hay muchas mujeres y eso es porque la mujer argentina se merece un Sublime Obsesión aparte -guiño, guiño-. Así que bueno, arranquemos.
Hay un tema que realmente me obsesiona y el que discutí con muchísima gente y es el siguiente: la identidad argentina. ¿Qué es, qué conforma, cuáles son las características de la identidad argentina? Lo primero que mucha gente dice son cosas como el tango, por ejemplo, o el folklore y si bien eso forma parte de nuestra cultura y nuestra cultura es un reflejo del ser argentino, no creo que se pueda decir que hoy en día forma parte de nuestra identidad actual. Es como decir que la identidad alemana es vestirse de bávaros o que los mexicanos son todos mariachis.
Entonces, ¿qué es la identidad argentina? La respuesta es: no sé. Yo dije desde el principio de Sublime Obsesión que traía preguntas, no respuestas. Puedo dar una opinión personal y que no ayuda en nada: la identidad argentina, y la de cualquier país, creo, es una amalgama y lo que diferencia de cada una de las sociedades son los ingredientes de esta amalgama. En nuestro país tenemos una historia de choques y mezclas. Desde los pueblos originarios, los primeros habitantes de estas tierras antes de los límites políticos, la llegada de los españoles, los gauchos, las grandes inmigraciones del siglo XIX y XX, etc. y todo eso fue mezclándose, suprimiéndose, asesinándose, exterminandose, casándose, de todo.
Hace poco vi El Método Livingston (2019) un documental sobre el arquitecto, profesor y personaje argentino Rodolfo Livingston, en el que él habla de su carrera, su vida y su método. Si lo pueden ver lo recomiendo mil veces. Fue un tipazo, todo lo que dice vale oro. Una de las cosas que dijo y que a mi me quedaron grabadas fue cuando estaba hablando sobre la arquitectura argentina. Él menciona que mucha gente dice que no existe una arquitectura argentina como tal porque todas las construcciones evocan a corrientes europeas y su respuesta a todo esto es que eso es pensar a la arquitectura como un ente aislado cuando la arquitectura en realidad no es solamente el espacio construído sino el encuentro entre el espacio y la gente que lo habita. Puede existir el mismo patio en Roma, pero acá habrá alguien tocando la guitarra y tomando mate y eso lo vuelve argentino.
A lo que voy con este ejemplo es que, para mi, la identidad argentina en gran parte es eso: la forma en la que tomamos diferentes elementos, influencias, corrientes, hechos y los adoptamos, adaptamos y transformamos en un proyecto argentino. Puede ser una milanesa napolitana, un mueble, o toda una corriente artística. El Sublime Obsesión de hoy van a ser algunas notas sobre la identidad argentina como hicimos con el camp.
Empecemos por las representaciones visuales de la Argentina. Al cine argentino debo admitir que lo descubrí hace relativamente poco, hará un par de años. En realidad no es que no veía películas argentinas sino que todas las que veía eran modernas o relativamente modernas. Los Martín Rejtmans y las Lucrecias Marteles. Lo que yo desconocía era la historia de nuestro cine. No conocía el trabajo de nuestras grandes estrellas ni los directores tan prolíficos que tuvimos en los años 40s, 50s, 60s. Creo que esto sucedió poque por un lado tal vez tenía algún prejuicio contra nuestro cine, ya saben que yo estoy bastante obsesionado con el cine de Hollywood clásico e imaginaba que las películas argentinas de la misma época no iban a estar a la altura. Por otro lado también es una cuestión de falta de acceso a este material y aprovecho para compartir el reclamo para que finalmente se establezca una cinemateca nacional que se encargue del guardado, restauración y difusión del cine nacional. En la actualidad sigue siendo muy complicado conseguir ver películas argentinas anteriores al 2000, diría. Ahora puedo confirmar que las películas de, por ejemplo, Manuel Antín, Carlos Hugo Christensen o Leopoldo Torre Nilsson están a la altura de las mejores películas de Hollywood y a veces más arriba.
Por suerte contamos con plataformas gratuitas como Cine.Ar que tienen una porción pequeña de la filmografía argentina y además se pueden encontrar películas en lugares como Youtube pero si bien la intención es buena estás películas suelen ser la copia digitalizada de la copia de la copia de un vhs y su calidad visual y sonora deja muchísimo que desear. Se pueden ver algunas proyecciones en fílmico en algunos lugares -en Buenos Aires en el CCK, el Malba o la Lugones, por ejemplo– pero la llegada de esto también es bastante corta. Cada tanto aparece una copia corregida o restaurada pero son muy pocas y muchas veces se hacen con intervención extranjera.
Hablando de copias restauradas traigo la primera película de este Sublime Obsesión. El año pasado se anunció que Criterion, la distribuidora de películas, junto con el World Cinema Project de Martin Scorsese habían restaurado varias películas de alrededor del mundo y una de ellas era Prisioneros de la Tierra (1939) de Mario Soffici. Yo tuve la oportunidad de verla en el Bafici 2022 y tengo presente esa experiencia como si la hubiese visto ayer. Salí de la sala completamente extasiado. La última media hora es un increscendo terrible, de lo mejor que vi en cualquier película y, sobre todo, es muy argentina de una manera que las películas no lo están siendo últimamente. Como dijo Lucrecia Martel hace poco: “no puede ser que existan series hechas por gente talentosísima de nuestro país que no se parecen en nada a lo que nos rodea”. Algo que percibí en algunas películas argentinas de los últimos años -no voy a dar nombres pero si quieren en el corte chusmeamos- es que el lenguaje, particularmente, se está volviendo medio neutro y supongo que tal vez tienen que ver con el intento de alienar a la menor cantidad de gente posible y agrandar el mercado lo más que se pueda. Mi miedo frente a esto es que estemos perdiendo nuestra identidad como cine argentino, uno de los mejores del mundo.
Siguiendo con los temas de identidad argentina y cine argentino, yo creo que no existe un director que haya amado más a este país como lo hizo Leonardo Favio. Para mi Favio es el epítome del cine argentino no sólo porque dejó una increíble, excelente, filmografía sino que también porque esta filmografía es poderosamente argentina. Si bien los temas y estilos de sus películas son bastante variados creo que la argentinidad es el nexo conductor entre todas, de alguna manera. La mitología argentina, la leyenda del séptimo hijo varón en Nazareno Cruz y el Lobo (1975), la vida de un pequeño pueblo del interior en El romance del Aniceto y la Francisca… (1966) y El Dependiente (1968), la vida de los marginados de la ciudad en Crónica de un Niño Solo (1965), los ídolos populares en Gatica, El Mono (1993), la gauchesca de Juan Moreira (1973). Todo esto impulsado por una creatividad enorme que hace que cada película tenga una identidad particular. Creo que Favio fue uno de los artistas más importantes de la historia argentina, indiscutible. Podría estar horas hablando de cada una de las películas pero tampoco quiero alargarme tanto que hay mucho para hablar y tenemos que seguir pero antes de cambiar de tema quiero mencionar que en el cine existen muchísimas representaciones del diablo pero la de Alfredo Alcón en Nazareno Cruz es, por lejos, la mejor que se hizo alguna vez.
Hablando de Favio se me viene a la cabeza la otra faceta de su carrera, la de ídolo musical. Qué hombre completo. Hace poco me enteré que en latinoamérica mucha gente nunca se supo que Leonardo Favio dirigió películas sino que solamente saben que es un cantante. Eso me parece fascinante, sobre todo teniendo en cuenta que Leonardo cantaba para financiar las películas. Igual con esto no quiero decir que la carrera musical de Favio fuese mala porque la verdad es que tiene unos temazos siendo mi favorito este.
Ahora que estamos hablando de música y de ídolos llegó el momento de hablar de él, el número uno, el más grande de todos: Sandro. Tengo una fascinación -una obsesión- con Sandro desde que soy adolescente. Incluso uno de mis más gratos recuerdos del secundario fue cuando para un trabajo práctico de latín comparamos un poema de Catulo con Porque yo te amo -Tus labios de rubíiii, de rojo carmesíiii, parecen murmurar mil cosas sin hablaaaar…-. Ya de más grande y consumiendo más marco teórico sobre él descubrí que la figura de Sandro era mucho más importante para la cultura argentina de lo que yo creía porque de cierta forma cambió la forma en los ídolos se representaban a sí mismos. Se acuerdan que yo arriba había dicho que yo creía que parte de la identidad nacional se forma a partir de tomar algo foráneo y transformarlo en un proyecto argentino. Eso es algo que sucedió con Sandro. Para muchos Sandro era solamente una mera copia de Elvis, que en ese momento estaba fascinando y escandalizando al público con su ropa de cuero y sus movimientos de caderas. Si, Sandro era admirador del rock and roll estadounidense y fue lo que acopló a su personaje, al principio al menos -aunque las batas de seda también son medio Elvis tardío-, pero que con eso construyó la base de una carrera que perdura hasta el día de hoy aunque ya no esté. Las nenas de Sandro siguen -seguimos- existiendo.
Traer a colación personas como Sandro o Favio es muy importante para delinear el tan complejo tema de la identidad argentina porque yo creo que la identidad de un país está marcada en parte por aquellos a quienes consideran sus ídolos. ¿Qué es lo que hace que una actuación de Sandro resuene en el público? ¿Una canción de Los Redondos o Charly? ¿Una frase de Maradona o de Moria Casán? ¿Una película de Olmedo y Porcel? Las personas a las que le otorgamos el éxito (porque no hay éxito sin nosotros, el público) también son un reflejo nuestro y de la identidad argentina. Yo más arriba decía que actualmente el tango ya no forma parte de nuestra identidad moderna sino que quedó como una institución que hoy en día está más ligada a la idea de Argentina -y al turista- y sin embargo ellos también, aquellos cantantes, también fueron los ídolos máximos en su momento. Hoy lo son traperos o Lali. ¿Qué dice eso de la evolución de nuestra identidad?
Ahora quiero contarles una historia de otro ídolo de multitudes: yo. No sé si sabían pero yo en la vida real, cuando no estoy ejerciendo la dificil tarea de ser el editor en jefe de Sublime Obsesión, soy diseñador industrial. Esta obsesión con el tema de la identidad argentina arrancó analizándolo a partir del diseño. Hoy en día -y hace ya casi treinta años- estamos viviendo la era de globalización. Lo que la globalización trajo de bueno -acceso a la información de todo el mundo- también trajo de malo -la homogeneización del diseño a nivel global-. Soy un ferviente militante de que el diseño nacional tiene que reflejar a nuestro país para después ser reconocido en el mundo y no su inversa, la de incorporar el diseño de afuera en el nuestro para que después resulte todo monótono.
Al no tener definido exáctamente qué es lo que nos representa como identidad argentina también puede ser complejo determinar cómo se puede incorporar a nuestro diseño. Yo pensé algunos ejemplos que para mí sirven como puntos de partida para poder pensar quiénes somos a nivel diseño, qué es lo que tenemos y qué podemos aportar.
Mi propuesta, básicamente, es volver a lo nuestro, a nuestra historia, a nuestros recursos. No digo que haya que copiar lo que está en los libros de historia porque, bueno, somos diseñadores. Nuestro trabajo es traducir las inspiraciones en productos nuevos. Un símbolo del diseño nacional y de la conjunción entre lo viejo y lo nuevo es la silla BKF diseñada por Bonet, Kurchan y Ferrari. Hoy debe ser el diseño argentino más reproducido en el mundo, en variedad de materiales pero la original es la más argentina porque mezcla lo novedoso (el boom industrialista de la época que permitió diseñar el cuerpo de hierro doblado) y lo tradicional (el asiento original era un cuero de vaca, bien argentino).
Otro de los primeros ejemplos que se me vienen a la mente es el de Designo Patagonia, un estudio de diseño industrial radicado en Bariloche que aprovecha su ubicación fuera del mundillo porteñocentrista del diseño para diseñar productos del sur. A lo que me refiero con productos del sur es la combinación entre la materialidad (madera de lenga, que crece en la patagonia, cuero de oveja, piedras de la zona) y la inspiración para la morfología de los productos (las lineas naturales, las proporciones, la combinación de materiales)
En la otra punta del país la Cooperativa de Diseño realizó un proyecto que también vale la pena mencionar. La Cooperativa está formada por diseñadoras que están abocadas al diseño que tenga un impacto real en las comunidades, dando trabajo a minorías y grupos de trabajo como las cooperativas. En el año 2013 empezaron un trabajo con las mujeres artesanas Qom de Chaco quienes se dedican a la fabricación de tejidos con hojas de palma. La idea de la Cooperativa fue otorgar herramientas a esta comunidad para poder desarrollar productos en los que se combinara la técnica ancestral de tejido con diseño y materiales que permitan la optimización de la producción de nuevos productos además de brindar instrucción en el uso de herramientas digitales. El trabajo de la Cooperativa de Diseño es increíble y creo que debería difundido como el ejemplo de la intersección del diseño, su valor social y la identidad argentina.
Llegó el momento de la polémica: soy muy extremadamente fan de los bancos de cemento del Grupo Bondi. Esos bancos que están en la calle, que parecen sillones mullidos pero son duros como la vida. Yo sé que mucha gente los odia porque son bastante inconscientes y se tiraron encima pensando que eran mullidos y se rompieron el culo. Pero para mi representan el épitome del diseño argentino actual, van a estar en los libros de historia dentro de cincuenta años, van a ver. Yo creo que representan la identidad argentina en el diseño por la combinación entre lo tradicional (el sillón con tela de jacquard con firuletes de la abuela) con lo novedoso (técnicas de colada en moldes de silicona) y, sobre todo, con el sentido del humor. No sé si recuerdan -o si lo leyeron- pero en el Sublime Obsesión italiano “Italians Do It Better: Italia” yo hablaba de que una de las cosas por las que creía que el diseño italiano era mi favorito era porque las cosas las hacen con cierto sentido del humor que no está tan presente en otras corrientes de diseño. Yo creo que el sentido del humor también tiene una gran influencia en el diseño argentino, -¿tal vez lo heredamos de nuestros antepasados italianos?- y Grupo Bondi lo hace mejor que nadie. Al diseño no hay que tomárselo en serio al mismo tiempo que hay que tomárselo en serio. Eso hace el Grupo Bondi. Cuando diseñaron un “parrichango” que es una forma de adaptar un changuito de supermercado para convertirlo en parrilla, lo hicieron porque “el asado de obra y los saqueos son dos grandes pasiones argentinas”. Cuando decidieron meterse en el trabajo de diseñar mates de calabaza (lo tradicional) lo hicieron utilizando moldes de plástico para darle forma a las calabazas (lo novedoso) y estos moldes tenían la forma de botellas cortadas (el sentido del humor).
El reflejo de lo argentino en el arte también tiene que ver con cierto sentido del humor con el que algunos artistas reflejaron usos y costumbres argentinas en su obra. Uno de los más claros es Marcos López cuya fotografía de escenarios construídos con grandes personajes del imaginario colectivo, su serie Pop Latino, toma a varios de los que nombramos hoy y los convierte en unos retratos mega saturados de pop noventoso con el que construye imágenes que reflejan la identidad argentina a través de la exageración (hasta diría que del camp)
Es momento de ir cerrando este Sublime Obsesión que representa apenas la punta del iceberg que para mi forma la identidad argentina. Se vienen más partes que tengo pensadas -no sé cuántas porque saben que no planeo tanto- lo que si sé es que no van a ser una detrás de otra, van a haber otros en el medio.
Honestamente, les cuento que esto fue terapéutico para mi. En este momento en el que siento que todo está fuera de control -y lo más frustrante: que no dependa solamente de mi poder arreglarlo- y que estaba sintiendo el desánimo del futuro incierto -y de extrema derecha- ponerme a reflexionar y recordar por qué Argentina es el mejor país del mundo me devolvió la confianza. Estamos llenos de personas maravillosas que hacen de esta una nación enorme y que forman la identidad argentina. Todavía no puedo definir qué es la identidad argentina pero si sé que es maravillosa.
Argentinamente suyo
Joel💋
Editor en Jefe de Sublime Obsesión