La idea del tema de este Sublime Obsesión surgió cuando leí un artículo sobre una camioneta nueva y cuando vi las fotos pensé “esa es una camioneta muy masculina” lo que me dejó pensando varios pensamientos ¿Por qué me pareció masculina? ¿Qué sería un diseño masculino? ¿Qué es la masculinidad? Hoy no espero responder ninguna de estas preguntas que ya se hicieron personas mucho más metidas en el tema que yo, sino que espero dejar más preguntas abiertas. Irónicamente, primero pensé que era una camioneta muy “masculina” y después leí que la definieron como “la camioneta más agresiva del mundo”
Primero lo primero. Parte de nuestras nociones del binomio masculino/femenino están directamente cruzadas por nuestros consumos y empiezan al momento de nacer. Cuando nacemos una persona nos mira los genitales y nos pone en una de dos categorías. Y así arrancamos. Bah, justamente no somos nosotros los que arrancamos sino que se activan los preceptos de lo masculino y lo femenino que arrastran aquellos que nos crían y que ellos recibieron de sus padres y así ad eternum. La maquinaria del género.
Antes de seguir quiero aclarar que yo sé que vos, persona leyendo esto, si estás acá seguramente seas bastante más progre en la crianza de tus hijos e intentes hacer que su infancia sea lo más gender-neutral posible, que tus hijas no van a vestirse de princesas y tus hijos van a llorar cuando quieran llorar pero también vos y yo sabemos que todo lo que digo sigue estando presente en todos lados, todo el tiempo. No quiero que nadie piense que lo estoy señalando con el dedo y juzgando su vida o su forma de criar. No estamos acá para eso.
Volviendo al tema, creo que todos podemos identificar fácilmente en qué consiste, por ejemplo, “lo masculino” y la incorporación de este concepto comienza desde el principio. Si naciste con pene es la ropa azul, autitos, dinosaurios, juguetes de construcción, juguetes de acción, las armas (tema para otro momento también). Si naciste sin pene son las princesas, las cocinitas, las muñecas, etc.
Igual no voy a caer por el agujero de conejo de las teorías de género porque, si bien la puedo discutir sin saber, no quiero ponerme a afirmar cosas sobre un tema tan delicado. Lo que sí puedo hacer es hablar de la masculinidad y su construcción a partir de un tema que sí sé: una de las herramientas que tiene el binomio masculino/femenino para perpetuarse es el diseño.
Digo que el diseño es una herramienta funcional a esto porque replica los mandatos del binomio a través de los lenguajes de diseño con los que trabajamos. El lenguaje de diseño está formado por las características visuales que tiene un producto y que permiten una rápida identificación de, por ejemplo, una marca o a quién está dirigido dicho producto. Un ejemplo claro es que si pensamos en las herramientas Black + Decker lo primero que se nos va a venir a la mente es el color naranja, eso forma parte de su lenguaje propio de diseño de producto. Sin embargo, hay otros ejemplos que muestran claramente la forma en la que el lenguaje de diseño nos divide en masculino y femenino. El ejemplo más común, el más clásico son las maquinitas de afeitar. Digámoslo: las maquinitas de afeitar son todas iguales y sin embargo las encontramos dividas entre las masculinas (azules, grises, con un lenguaje que remite más a un auto de carreras que a una maquinita de afeitar) y las femeninas (rosas o pastel, redondeadas, con nombres como Venus). ¿Cuál es la idea detrás de esta división? Vender más, claro. Se venderían menos maquinitas de afeitar si se compartieran. Pero esta división también alimenta lo más básico del binomio “esto es de nene, es azul” “esto es de nena, es rosa”. Ejemplos como estos los hay de a miles.
Otro ejemplo que me encanta por lo ridículo es que si buscás “masculine design” en internet aparecen un montón de guías sobre cómo decorar un espacio que habita un hombre, especialmente un hombre soltero y los tips que aparecen es la utilización de cosas como cuero o colores oscuros, el cobre, el negro, las terminaciones rústicas. Lo que me resulta interesante de este planteo es ¿quién o qué determina lo que es masculino? Es decir, hoy lo vemos y podemos decir “si, es masculino” “no, eso es femenino” pero ¿por qué? Probablemente estemos repitiendo algo que llevamos incorporado, es decir, ¿qué es lo que hace masculino al cuero marrón frente a la pana? ¿porque los muebles rectos son de hombre mientras que las contornos redondeados son de mujer? Si empezamos a cuestionarnos estas cosas y nos ponernos como un nene de cuatro años que no para de preguntar por qué, por qué, por qué, nos vamos a dar cuenta de que en el fondo lo único que estamos haciendo es repetir ideas que fuimos incorporando a lo largo de nuestra vida. No hay un por qué definido, la respuesta suele ser “para vender más” o “para diferenciar a los hombres de las mujeres” (o de los putos y las lesbianas)
Nuestro trabajo como diseñadores (me incluyo, no sé si sabían que además de hablar pavadas también soy diseñador industrial) es desarmar los lenguajes de diseño binarios, porque los lenguajes los crean las personas. Nos tenemos que sentar y empezar a discernir ¿por qué elegimos definir las cosas como masculinas y femeninas? ¿qué otras palabras podemos utilizar para describir lo mismo?
Ahora que ya sabemos de qué manera se construye la masculinidad a través de un lenguaje que le pertenece, que habita en lo profundo de cada uno de nosotros, al menos el concepto, me parece oportuno también hablar de algunas personas y su trabajo que se encargaron de arremeter contra este idioma y sus nociones.
Esta película la incluí en mi lista de melodramas pero también cabe mencionarla acá: en Tea and Sympathy (1956) un muchacho es atacado constantemente en su escuela por ser suavecito, porque no le interesan los deportes, porque le gusta la actuación y coser. No quiero spoilear mucho pero encuentra refugio en la esposa del entrenador (figura mitológica de la masculinidad si los hay) y es muy interesante la forma en la que la masculinidad es vista en esta época. Si ven la película se van a dar cuenta de que algunas cosas no cambiaron la verdad. La película está protagonizada, en realidad, por la esposa del entrenador, una espléndida Deborah Kerr, y si la ven observen cómo a pesar de estar casada con un símbolo de masculinidad ella se muestra muy insatisfecha en su matrimonio. Además la película está llena de imágenes bastante homoeróticas y fue dirgida por Vincente Minnelli, el padre de Liza y un conocido bisexual así que tiene varias capas de subersión muy interesantes para analizar.
Ahora traigo a colación un emblema de la cultura queer y de cagarse en la masculinidad (y también del melodrama, parece que no puedo escaparme del tema): en 1955 Tennessee Williams presentó La Gata Sobre El Tejado de Zinc Caliente, su obra favorita y con la que se ganó un premio Pulitzer. Esta obra se centra en Brick (por favor, ese nombre de macho) y Maggie y la tensa relación que tienen que termina de estallar cuando la pareja va de visita a la casa de los padres de él. Si vieron solamente la película y no leyeron la obra, no van a saber de qué estoy hablando acá porque la película, esto es muy años 50s, fue “lavada”, depurada de los temas más controversiales. En ambas Brick es una ex estrella del fútbol americano (otra vez con los seres mitológicos de masculinidad) que devino en alcohólico luego del suicidio de su mejor amigo. La obra de teatro deja en claro que Skipper se suicidó luego de declararle su amor a Brick y que este no lo correspondiera, no por falta de deseo sino por la urgencia de mantener la fachada impenetrable de la masculinidad. El alcoholismo de Brick y la crisis de su vida representa la forma en la que la máscara de macho puede llegar a doblegarse bajo la presión del deseo contenido.
En Querelle (1981) todos los personajes arden de deseo en un puerto lleno de imágenes fálicas. Querelle, el personaje principal, representa el epítome de la fantasía sexual masculina, lo que se podría decir un “macho". Sin embargo en esta película el deseo estalla en vez de consumarse. La violencia se transforma entonces en una manifestación del deseo. No existe la ternura en Brest, la ciudad portuaria llena de penes, sino que se ve reemplazada por los golpes incluso en las escenas de sexo donde los personajes no ceden la fachada de la masculinidad y tienen unos encuentros donde no se besan. Este juego constante entre deseo, violencia y masculinidad expone las mecánicas casi ridículas de las construcciones de los roles que asumimos.
El tema de las fachadas de la masculinidad es uno bastante recurrente en las obras que tienen argumentos que giran en torno la homosexualidad. Sin embargo me gustaría traer a colación un hecho de la vida real y que involucra a un favorito de la entrega anterior de Sublime Obsesión: Rock Hudson. Durante toda su carrera Rock fue un galán indiscutido, con esa cara cuadrada y hermosa apareció en dramones, melodramas, como los que discutimos hace unas semanas (All That Heaven Allows, Written On The Wind, Giant) y las comedias románticas con Doris Day que adoro profundamente, (Pillow Talk, Don’t Send Me Flowers, Lover Come Back, por favor vean cualquiera de estas, les van a alegrar el domingo).
Pero en el año 1985 sucedió algo que nadie se esperaba y que de cierta manera destrozó el espejo de masculinidad detrás del cual Rock se ocultaba: a través de un comunicado, Rock Hudson anunció que tenía SIDA. Para ese momento Rock ya sabía que se estaba muriendo y decidió usar lo poco que le quedaba de vida para una causa que en ese momento estaba completamente fuera de control y siendo ignorada por el gobierno de Estados Unidos. Es que el entonces presidente, Ronald Reagan, un hijo de puta certificado, estaba haciendo caso omiso a la epidemia que tenía en su propio país por tratarse de una enfermedad que en su mayoría estaba atacando a los homosexuales. Rock Hudson lo que hizo al reconocerlo públicamente fue ponerlo en primera plana manera que fuera imposible ignorarlo. Al sacrificar su imagen hipermasculina y, lamentablemente, convertirse en la primera persona famosa que murió de Sida lo que hizo fue ponerle una cara visible a una enfermedad que se pretendía esconder. Uno de los últimos mensajes públicos que dejó Rock fue: “No me pone contento estar enfermo. No me pone contento tener Sida, pero si esto ayuda a otros por lo menos sé que mi mala fortuna tuvo algo bueno”
Ahora bien, ¿todas las imágenes de la masculinidad son polémicas o problemáticas? me parece interesante hablar del creador del arquetipo de la masculinidad erótica y de cómo en su momento pudo haber sido útil tener estas imágenes. Tom of Finland fue un dibujante finlandés (duh) que se caracterizó por los dibujos hiper eróticos de hombres hiper masculinos en situaciones de amor entre muchachos. La particularidad de la mayoría de los dibujos es que estaban basados en grandes símbolos de la masculinidad, principalmente la imagen de campera y gorro de cuero de Marlon Brando en The Wild One (1954) (yo creo que Tom solito definió la estética de la comunidad leather) y militares, marinos, obreros, etc. Hoy en día las imágenes de Tom of Finland nos pueden parecer clichés que refuerzan estereotipos dañinos para la comunidad gay porque entendemos nuestra propia sexualidad de una manera diferente pero en su época, estamos hablando de los 50s y 60s, estas imágenes pueden haber ayudado a muchos hombres homosexuales a sentirse identificados. Son hombres criados en los años 30s, 40s, con rígidas nociones de lo que era un hombre de verdad (masculino) y un homosexual (una loca) entonces encontrarse representados en visiones eróticas puede que sea el camino para aceptar la sexualidad de uno, dejar de sentirse un alien dentro de la comunidad y saber que existen otras personas que compartirían el mismo deseo.
Sin embargo, estas imágenes ubermasculinas van perdiendo su capacidad de reflejar una comunidad que está constantemente evolucionando. A finales de los años 60s se producen los disturbios de Stonewall que marcan un antes y un después en la historia de la comunidad LGBTTQ+ porque pone al frente de la lucha a las mujeres trans, a las drag queens, a los hombres afeminados que hasta ese momento se mantenían en los márgenes de la sociedad.
Con este salto en la historia de la comunidad y avanzando con los derechos humanos básicos (la gran mayoría de la descriminalización de la homosexualidad se produjo en las décadas siguientes) se empiezan a cuestionar desde la obra LGBTTQ+ las nociones previas de masculinidad que se venían arrastrando por generaciones, de padres a hijos. Por ejemplo, alguien que cuestionó las nociones básicas de masculinidad con una obra simple pero cargada de significancia fue un amigo de Tom of Finland y entusiasta del cuero, Robert Mapplethorpe. En 1980 realiza dos autorretratos, ambos titulados “Self Portrait” pero que son bastante opuestos. En el primero aparece con una campera de cuero a lo Brando, como mencionamos antes, y un gesto serio y desafiante mirando directamente a la cámara. En el segundo, Robert aparece con el torso desnudo y maquillado. Lo que representan estos dos autorretratos como conjunto es la capacidad de dualidad que tiene el hombre de poder armar imágenes que sean tanto “masculinas” como “femeninas” de uno mismo poniendo en evidencia que estos conceptos tan arbitrarios que rigen nuestras vidas no son más que construcciones hechas por nosotros mismos como sociedad.
Ah, si, si, la masculinidad como fachada construida por nosotros mismos. A veces es necesaria, es cierto. Mírenlo a Rock Hudson. Si no hubiese sido por la fachada de la masculinidad y el closet cerrado a cal y canto en el que vivió no hubiese filmado más de 60 películas siendo uno de los galanes definitivos de los 50s y 60s. Incluso hoy en día la masculinidad todavía sigue siendo una defensa. En los casos más extremos, la masculinidad puede evitar que te maten. Puede hacer que no te echen del trabajo. Puede garantizarte una vivienda. Queremos creer que en el 2023 ya no existe el homoodio pero todavía está presente, sobre todo si sos una “loca”. Tal vez hoy no corras (tanto) peligro de muerte pero si puede ser más sutil, puede ser la diferencia entre quedar o no en un trabajo, por ejemplo.
Por eso yo no creo que el hecho de que una persona se vea o se presente a sí misma como masculina sea un problema. Es una performance que puede ser protectora o puede ser heredada. El problema empieza cuando la performance se proyecta hacia afuera.
Los que tuvimos la desgracia de usar aplicaciones de encuentros entre muchachos estamos familiarizados con el término “mascxmasc” que paso a explicar al público que tiene la bendición de no haber nunca participado de algo así. El término lo utilizan personas que se consideran “masculinas” y que están en busca de otras personas que se consideran “masculinas” porque se sienten deserotizados por los rasgos femeninos que tenemos muchos de los otros homosexuales. Y a eso me refiero cuando hablo de proyectar la performance hacia afuera. Cuando empezamos a discriminarnos entre nosotros por no ser lo suficientemente masculinos estamos perpetuando normas que vienen haciendo daño desde hace siglos. Y es algo que nos afecta en muchos niveles diferentes. Cuando los masculinos buscan masculinos, están estableciendo una norma. Una norma dentro de una comunidad que siempre estuvo por afuera de las normas, eso me parece algo terrible. Y esa norma no solamente discrimina a los gays afeminados, por ejemplo, que se encuentran en los márgenes sino que también afecta a los masculinos que tienen que estar constantemente probando que están a la altura de esa vara. Salimos todos perdiendo, la verdad.
El deseo es terriblemente complicado. No pretendo cambiarlo solamente con una entrega de un newsletter pero si espero que esto lleve a la reflexión. Por suerte creo que seguimos avanzando y evolucionando, y pienso que las generaciones nuevas tienen una mejor idea de lo dañina que puede ser la masculinidad. Siguiendo con el tema de fachadas y construcciones, una metáfora más de la arquitectura: a la masculinidad tenemos que tirarla abajo, hasta los cimientos y entre todos reconstruir algo nuevo y mejor.
Masculinamente suyo
Joel 💋